Ahí
fuera hay monstruos, y alguien tiene que detenerlos. Esa es la
cuestión. Hay cosas que se dedican a cazar a la gente o a usarla
para sus siniestros juegos. Cuando lo descubres, no queda sitio para
el relativismo, no puedes ponerte a analizar lo que esta bien y lo
que esta mal. Ellos son el mal. Y cualquier cosa que hagamos para
detenerlos esta bien.
Pienso
en ello todas las noches, lo necesito. Pienso en ello esta noche,
mientras conduzco hacia la zona donde han detectado “actividad
anómala”. Hay que joderse, “anómala”, si que un par de
monstruos se carguen a tres personas es anómalo, cuando pase algo
extraño será una carnicería.
El
jefe va detrás, leyendo los informes del equipo que he seleccionado,
chavales jóvenes con apenas un roce con lo sobrenatural, o que han
destacado de alguna manera. Les convencemos de que trabajan para
alguna unidad especial y los usamos para el trabajo de campo. Algunos
progresan, aunque la mayoría se quedan de colaboradores, sintiéndose
superiores al resto de la canalla pero sin enterarse de una mierda.
Llegamos
a la zona, un barrio de mierda, solo bueno para los yonkis y las
ratas. La plaza esta llena de coches de policía y tipos uniformados.
Nos dejan pasar sin decir nada. Cuando nos acercamos a la casa,
escucho un trozo de estribillo. “Jazz police I hear you calling.
Jazz police I feel so blue. Jazz police I think I'm falling, I'm
falling for you”. Un mierda de esas hippies, pero me parece
extrañamente apropiada. Somos la policía del jazz y ellos caerán
hacia nosotros.
El
jefe me pide que me encargue de los niños, mientras el baja con los
tipos listos. Reconozco a uno, me lo presentaron como comisario
Carrasco. Aunque no creo que sea comisario, y dudo mucho que se
apellide Carrasco. Es un pez gordo, puede que del mismo nivel que mi
jefe. Mucho pez para tan poca pecera. Esta mierda debe ser muy gorda.
Pongo
a los chavales a currar, interrogando a todo el mundo y removiendo la
mierda. Dudo que encuentren algo, la movida es abajo, pero nunca se
sabe y hay que seguir el procedimiento. Pronto son un bien entrenado
grupo de hormigas, haciendo meritos para ganar mi aprobación. Los
observo uno a uno, intentado averiguar si alguno merece algo mas.
Pronto
averiguamos que, por imposible que parezca, todos los testigos
presentes vieron salir a un individuo de la casa con el proxeneta.
Naturalmente las descripciones no coinciden y tampoco la manera de
llevarlo. Mierda pura, solo hay yonkis y putas, que coño íbamos a
averiguar de aquí.
Veo
a Julián Pardo, un chaval que sacamos de la Guardia Civil, sentado
con su libreta de notas en una piedra, observando a los testigos. No
me gusta ese chico, pese a haber estado con las fuerzas especiales,
al igual que yo mismo, y a su experiencia como policía judicial,
sigue pareciendo un pardillo. Sin embargo, sus mandos lo tenían por
competente y resolvió varios casos casi imposibles. Estoy a punto de
darle un grito para que espabile, cuando descubro a lo que mira. Una
puta rusa esta tratando de pasar inadvertida, mientras a su alrededor
sus compañeras intentan evitar la deportación convirtiéndose en
testigos.
Pardo
se levanta y se dirige derecho hacia ella, le dice algo y la separa
del grupo. Cuando empieza a hablar distingo algunas palabras. El
jodido cabrón habla ruso. Eso no aparecía en su informe. La maldita
canción sigue atormentándome.” Jazz police are looking through my
folders, Jazz police are talking to my niece, Jazz police have got
their final orders, Jazzer, drop your axe, it's Jazz police!”.
Suelta tu jodida hacha monstruo, somos la policía del jazz.
Pardo
deja a la chica custodiada por un uniformado y me cuenta el resumen.
Al parecer el proxeneta iba a secuestrar a alguien y la envió a ella
para decirle a sus socios donde encontrarla. No sabe quienes son los
socios. No sabe quien es el objetivo. Pero sabe la dirección.
Tenemos algo.
Llamo
al jefe y, cuando sale, le cuento toda la historia. No puedo evitar
sentirme eufórico. Me habían dejado fuera y he logrado quitarles
protagonismo a los chicos listos. “Jazzer, drop your axe, it's Jazz
police!” se me escapa, sin poder evitarlo.
-¿Cómo
has dicho?- Me pregunta el jefe, mostrando interés por primera vez
desde que empezó la noche. –Es solo una estúpida canción que se
me ha metido en la cabeza- Le respondo. El jefe mira alrededor. Y
entonces me doy cuenta. Todo el mundo esta tarareando la maldita
canción.
-Llama
a la central y pide una unidad de combate- Me dice mientras se monta
en el coche. A las unidades de combate solo se las llama cuando la
mierda esta a punto de llegar al techo. Esta mierda debe ser enorme.
Joder que perra suerte.
2 comentarios:
Vaya mierda de relato, cuando te enteres tu de lo que has escrito, nos lo cuentas. Me habían hablado de este blog pero eres un rollo tío. Algo erótico sería más comercial. Adeu.
Lamento que no te haya gustado. A mi me divirtió escribirla... pero oye, ancha es la red.
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