lunes, 19 de mayo de 2014

As de guia (Tiempo de Perros V)

Joder, mierda, mierda y mierda” Repito, mientras pateo el coche. Me cago en todo el santoral, mientras compruebo los daños. Tres ruedas reventadas y el radiador como un colador. Solo ha dejado la cuarta y por que no la veía. Me cago en Dios, que puntería tiene el jodido traidor.

Vaya día de mierda. Según me levanto, a las cuatro de la mañana, me como una bronca de los de arriba. Y todo por que, a uno de nuestros chicos listos, se le olvido que el comisario Carrasco ya no se llamaba así. Y el muy cabrón elevo una queja. Como si tuviera importancia, nadie nos recuerda cuando nos vamos. Pero claro, para los jefes es vital seguir el procedimiento. Y si a Carrasco le apetece llamarse ahora inspector Rodríguez, pues hay que llamarle como el diga.

Para terminar de arreglarla, el jefe me comunica que nos han apartado del caso. Se lo ha quedado Carrasco-Rodríguez. A nosotros nos han dejado de observadores, solo nos quedamos el jefe y yo a pie de calle, y un par de chicos listos en la oficina. No le diera un cáncer negro en los huevos a ese mamón de Carrasco-Rodríguez. Tengo que desmontar el grupo a toda leche. Entonces descubro que Pardo no está. Lo dejo para después por que no me queda tiempo. Hay que recoger a la unidad de combate, que por algún extraño capricho nos han concedido, y salir cagando leches con el jefe hacia la dirección del objetivo. Carrasco-Rodríguez no nos va a esperar. Y los secuestradores tampoco.

La unidad de combate resulta ser una chica rubia y delgada con pinta de yonki, que carga con una bolsa de deportes enorme. No se cuantas armas lleva dentro, pero el coche se mueve cuando la mete en el asiento de atrás. Dios, como odio a estas cosas. Monstruos capturados y reciclados, que nos sirven después de una dura reeducación. Pero monstruos al fin y al cabo. El jefe se monta en el asiento del copiloto y salimos hacia el punto de reunión.

A medida que vamos acercándonos la radio nos canta las novedades, varias unidades se han perdido y hay un follón del carajo. Cuando llegamos me doy cuenta de la magnitud del desastre, solo hemos llegado una unidad de agentes y nosotros. Hasta el capullo de Carrasco-Rodríguez esta intentado salir de un atasco. De esta lo fusilan al amanecer, y yo estaré en primera fila comiendo palomitas. Pese al desastre de organización nos dan la orden de seguir adelante. Con dos huevos, como sean muchos estamos jodidos.

El otro coche se pone delante y le seguimos por una maraña de callejuelas. Me recuerda a mi barrio, puedo oler los guisos baratos desde el coche. Cuando, por fin, enfilamos la calle observo dos cosas. Julián Pardo esta en un coche aparcado, de alquiler. Entonces pensé que venia a apoyarnos a pesar de las ordenes. Por un momento hasta me cayó bien el hijoputa. Y una furgoneta arrancada y abierta, los secuestradores seguro, blanco y en botella. Oí la puerta abrirse y los pasos de alguien que iba hacia la furgoneta. No llegábamos ni de coña.

Y entonces se lió. Alguien se metió en la furgoneta y el vehículo salió como una exhalación. El rubio estaba en mitad de la calle con una chica pálida y morena de la mano. Por la radio alguien dijo que el objetivo estaba allí, con el secuestrador de la mano. Dijeron que sus cómplices habían huido. Intenté maniobrar para seguir a la furgoneta, pero el coche de delante me estorbaba y los agentes estaban bajando para intentar detener al rubio. Joder, es que nadie se lee los putos informes. Después de que el jefe lo identificara por la cancioncilla, se pasó a todas las unidades. El rubio esta clasificado como amenaza extrema. La moto de la guardia civil paso por mi lado esquivándome por milímetros. Una unidad de combate disfrazada. Vi como saltaba el rubio, llevándose por delante al tipo como si fuera un muñeco de trapo. Luego cogió la moto y escapó por encima de un coche aparcado. Impresionante.

Intente explicar por la radio, que la chica era una rusa del chulo que había secuestrado el rubio, pero era imposible con Carrasco-Rodríguez lanzando órdenes por la radio. El jefe me hacia señas de que me calmara, mientras hablaba por teléfono y escribía en el portátil, pero como coño se calma uno en un momento así... Y entonces volvió el rubio.

Pude ver como saltaba de la moto, y como impactaba en uno de los agentes. No se como mató al otro. Fue demasiado rápido. Salí del coche con el arma en la mano. La yonki ya estaba apuntando cuando Pardo me apuntó a mí. Y disparó. Creí que estaba muerto. Sentí el impacto de mi cabeza contra el suelo, chispas de colores en mis ojos y a la unidad de combate encima. Tenía sus pechos encima de mi cara. Estaba tan conmocionado que pensé en besarla. No se cuanto duró, pero me pareció eterno.

Me pregunto con furia “que coño más podría haber salido mal”. La respuesta es obvia; podría estar muerto. La unidad de combate está a mi lado. El jefe sigue dentro hablando por el móvil y tecleando como un loco. Y yo tengo trabajo. Ladro mis órdenes, casi en automático, a las unidades que van llegando. Sellar la zona y buscar testigos para averiguar cual era el objetivo. “Joder, moveos, tenemos tres agentes muertos y vosotros papando moscas”.

Por fin llega Carrasco-Rodríguez. Apenas se baja del coche, empieza a gritar señalando en nuestra dirección. No me señala a mí, señala a la unidad de combate. No me lo puedo creer, ¡le esta echando la culpa a ella! Esto es lo que me quedaba por ver. No puedo contenerme, empiezo a insultarle “Capullo, inútil, soplapollas…” Me va a costar el puesto, pero no puedo parar. No se ni como he llegado tan cerca de el, le voy a sacudir. La chica me sujeta y me lleva de nuevo hasta el coche. ¡Dios! He estado a punto de golpear a un superior.

Carrasco-Rodríguez está mudo, sabe que iba a pegarle. Todos nos miran. Se abre la puerta del coche y sale el jefe “Inspector Rodríguez, está relevado del mando. Coja un grupo de asalto y diríjanse al Polígono Oeste. Espere allí mis instrucciones” dice, con tranquilidad, pero lo suficientemente alto como para que lo oiga todo el mundo. Carrasco-Rodríguez boquea como si le faltara aire. Quiere decir algo pero no sabe qué. Están sonando todos los móviles, aviso de mensaje. Ni siquiera lo miro. Es la confirmación desde arriba.

La chica me mira y me dice “Me llamo Sandra” y me tiende la mano. Me acaba de revelar su nombre real. Nunca lo usamos, normalmente solo lo conocen nuestros jefes directos. Hace años que no uso el mío. “Me llamo David” Hasta me resulta extraño como suena. Estrecho su mano. “Necesitamos un coche” me dice el jefe. Me parece ver una leve sonrisa en su cara. Sabe lo que pienso de las unidades de combate. Pero, joder, me acaba de salvar la vida.

Cogemos un coche y nos dirigimos al Polígono Oeste, uno de los más viejos de la ciudad. Al parecer, el jefe ha averiguado que nuestros adventistas tienen allí una nave que usan de iglesia, y ha localizado a la furgoneta por satélite yendo en esa dirección. Mientras conduzco, ordena el despliegue para sellar la zona y evacuar a los civiles. Nos comunican que el coche de Pardo también va en esa dirección. “A todas las unidades, que nadie intente detenerlos” anuncia por la radio. “Ellos también van al rescate, pueden servir de distracción” me aclara a mí. Menuda distracción, no quisiera estar en el pellejo de los que distraigan.

Pasamos los controles que ha organizado la policía alrededor del polígono. Por la radio nos comunican que el coche de Pardo pasó un momento antes de que los montaran. Alguien más dice que están evacuando el polígono, aludiendo a una fuga de gas. Llegamos a la parte de atrás de la nave a tiempo de ver a Pardo entrando por una ventana.

El jefe se vuelve y le dice a Sandra “Cúbreles”. Sandra sale del coche armada con un fusil de asalto y corre hacia la ventana. El jefe saca una pistola y le mete un cargador. No sabia que llevara una. “Vamos a intentar armar poco ruido” expone en voz baja “No sabemos lo que hay dentro. A Carrasco lo han confundido.” Luego pregunta por la radio “Inspector Rodríguez ¿Está en posición?” Y cuando escucha la confirmación añade “Que nadie entre hasta que de la orden”

Salimos del coche y entonces observo que se esta nublando. “Solo faltaba que lloviese” Maldigo para mis adentros. Miro la nave. Todavía no se ha acabado el día.


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