“Joder,
mierda, mierda y mierda” Repito, mientras pateo el coche. Me cago
en todo el santoral, mientras compruebo los daños. Tres ruedas
reventadas y el radiador como un colador. Solo ha dejado la cuarta y
por que no la veía. Me cago en Dios, que puntería tiene el jodido
traidor.
Vaya
día de mierda. Según me levanto, a las cuatro de la mañana, me
como una bronca de los de arriba. Y todo por que, a uno de nuestros
chicos listos, se le olvido que el comisario Carrasco ya no se
llamaba así. Y el muy cabrón elevo una queja. Como si tuviera
importancia, nadie nos recuerda cuando nos vamos. Pero claro, para
los jefes es vital seguir el procedimiento. Y si a Carrasco le
apetece llamarse ahora inspector Rodríguez, pues hay que llamarle
como el diga.
Para
terminar de arreglarla, el jefe me comunica que nos han apartado del
caso. Se lo ha quedado Carrasco-Rodríguez. A nosotros nos han dejado
de observadores, solo nos quedamos el jefe y yo a pie de calle, y un
par de chicos listos en la oficina. No le diera un cáncer negro en
los huevos a ese mamón de Carrasco-Rodríguez. Tengo que desmontar
el grupo a toda leche. Entonces descubro que Pardo no está. Lo dejo
para después por que no me queda tiempo. Hay que recoger a la unidad
de combate, que por algún extraño capricho nos han concedido, y
salir cagando leches con el jefe hacia la dirección del objetivo.
Carrasco-Rodríguez no nos va a esperar. Y los secuestradores
tampoco.
La
unidad de combate resulta ser una chica rubia y delgada con pinta de
yonki, que carga con una bolsa de deportes enorme. No se cuantas
armas lleva dentro, pero el coche se mueve cuando la mete en el
asiento de atrás. Dios, como odio a estas cosas. Monstruos
capturados y reciclados, que nos sirven después de una dura
reeducación. Pero monstruos al fin y al cabo. El jefe se monta en el
asiento del copiloto y salimos hacia el punto de reunión.
A
medida que vamos acercándonos la radio nos canta las novedades,
varias unidades se han perdido y hay un follón del carajo. Cuando
llegamos me doy cuenta de la magnitud del desastre, solo hemos
llegado una unidad de agentes y nosotros. Hasta el capullo de
Carrasco-Rodríguez esta intentado salir de un atasco. De esta lo
fusilan al amanecer, y yo estaré en primera fila comiendo palomitas.
Pese al desastre de organización nos dan la orden de seguir
adelante. Con dos huevos, como sean muchos estamos jodidos.
El
otro coche se pone delante y le seguimos por una maraña de
callejuelas. Me recuerda a mi barrio, puedo oler los guisos baratos
desde el coche. Cuando, por fin, enfilamos la calle observo dos
cosas. Julián Pardo esta en un coche aparcado, de alquiler. Entonces
pensé que venia a apoyarnos a pesar de las ordenes. Por un momento
hasta me cayó bien el hijoputa. Y una furgoneta arrancada y abierta,
los secuestradores seguro, blanco y en botella. Oí la puerta abrirse
y los pasos de alguien que iba hacia la furgoneta. No llegábamos ni
de coña.
Y
entonces se lió. Alguien se metió en la furgoneta y el vehículo
salió como una exhalación. El rubio estaba en mitad de la calle con
una chica pálida y morena de la mano. Por la radio alguien dijo que
el objetivo estaba allí, con el secuestrador de la mano. Dijeron que
sus cómplices habían huido. Intenté maniobrar para seguir a la
furgoneta, pero el coche de delante me estorbaba y los agentes
estaban bajando para intentar detener al rubio. Joder, es que nadie
se lee los putos informes. Después de que el jefe lo identificara
por la cancioncilla, se pasó a todas las unidades. El rubio esta
clasificado como amenaza extrema. La moto de la guardia civil paso
por mi lado esquivándome por milímetros. Una unidad de combate
disfrazada. Vi como saltaba el rubio, llevándose por delante al tipo
como si fuera un muñeco de trapo. Luego cogió la moto y escapó por
encima de un coche aparcado. Impresionante.
Intente
explicar por la radio, que la chica era una rusa del chulo que había
secuestrado el rubio, pero era imposible con Carrasco-Rodríguez
lanzando órdenes por la radio. El jefe me hacia señas de que me
calmara, mientras hablaba por teléfono y escribía en el portátil,
pero como coño se calma uno en un momento así... Y entonces volvió
el rubio.
Pude
ver como saltaba de la moto, y como impactaba en uno de los agentes.
No se como mató al otro. Fue demasiado rápido. Salí del coche con
el arma en la mano. La yonki ya estaba apuntando cuando Pardo me
apuntó a mí. Y disparó. Creí que estaba muerto. Sentí el impacto
de mi cabeza contra el suelo, chispas de colores en mis ojos y a la
unidad de combate encima. Tenía sus pechos encima de mi cara. Estaba
tan conmocionado que pensé en besarla. No se cuanto duró, pero me
pareció eterno.
Me
pregunto con furia “que coño más podría haber salido mal”. La
respuesta es obvia; podría estar muerto. La unidad de combate está
a mi lado. El jefe sigue dentro hablando por el móvil y tecleando
como un loco. Y yo tengo trabajo. Ladro mis órdenes, casi en
automático, a las unidades que van llegando. Sellar la zona y buscar
testigos para averiguar cual era el objetivo. “Joder, moveos,
tenemos tres agentes muertos y vosotros papando moscas”.
Por
fin llega Carrasco-Rodríguez. Apenas se baja del coche, empieza a
gritar señalando en nuestra dirección. No me señala a mí, señala
a la unidad de combate. No me lo puedo creer, ¡le esta echando la
culpa a ella! Esto es lo que me quedaba por ver. No puedo contenerme,
empiezo a insultarle “Capullo, inútil, soplapollas…” Me va a
costar el puesto, pero no puedo parar. No se ni como he llegado tan
cerca de el, le voy a sacudir. La chica me sujeta y me lleva de nuevo
hasta el coche. ¡Dios! He estado a punto de golpear a un superior.
Carrasco-Rodríguez
está mudo, sabe que iba a pegarle. Todos nos miran. Se abre la
puerta del coche y sale el jefe “Inspector Rodríguez, está
relevado del mando. Coja un grupo de asalto y diríjanse al Polígono
Oeste. Espere allí mis instrucciones” dice, con tranquilidad, pero
lo suficientemente alto como para que lo oiga todo el mundo.
Carrasco-Rodríguez boquea como si le faltara aire. Quiere decir
algo pero no sabe qué. Están sonando todos los móviles, aviso de
mensaje. Ni siquiera lo miro. Es la confirmación desde arriba.
La
chica me mira y me dice “Me llamo Sandra” y me tiende la mano. Me
acaba de revelar su nombre real. Nunca lo usamos, normalmente solo lo
conocen nuestros jefes directos. Hace años que no uso el mío. “Me
llamo David” Hasta me resulta extraño como suena. Estrecho su
mano. “Necesitamos un coche” me dice el jefe. Me parece ver una
leve sonrisa en su cara. Sabe lo que pienso de las unidades de
combate. Pero, joder, me acaba de salvar la vida.
Cogemos
un coche y nos dirigimos al Polígono Oeste, uno de los más viejos
de la ciudad. Al parecer, el jefe ha averiguado que nuestros
adventistas tienen allí una nave que usan de iglesia, y ha
localizado a la furgoneta por satélite yendo en esa dirección.
Mientras conduzco, ordena el despliegue para sellar la zona y evacuar
a los civiles. Nos comunican que el coche de Pardo también va en esa
dirección. “A todas las unidades, que nadie intente detenerlos”
anuncia por la radio. “Ellos también van al rescate, pueden servir
de distracción” me aclara a mí. Menuda distracción, no quisiera
estar en el pellejo de los que distraigan.
Pasamos
los controles que ha organizado la policía alrededor del polígono.
Por la radio nos comunican que el coche de Pardo pasó un momento
antes de que los montaran. Alguien más dice que están evacuando el
polígono, aludiendo a una fuga de gas. Llegamos a la parte de atrás
de la nave a tiempo de ver a Pardo entrando por una ventana.
El
jefe se vuelve y le dice a Sandra “Cúbreles”. Sandra sale del
coche armada con un fusil de asalto y corre hacia la ventana. El jefe
saca una pistola y le mete un cargador. No sabia que llevara una.
“Vamos a intentar armar poco ruido” expone en voz baja “No
sabemos lo que hay dentro. A Carrasco lo han confundido.” Luego
pregunta por la radio “Inspector Rodríguez ¿Está en posición?”
Y cuando escucha la confirmación añade “Que nadie entre hasta que
de la orden”
Salimos
del coche y entonces observo que se esta nublando. “Solo faltaba
que lloviese” Maldigo para mis adentros. Miro la nave. Todavía no
se ha acabado el día.
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